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Definición de los valores

Los valores son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento en función de realizarnos como personas. Son creencias fundamentales que nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en lugar de otro. También son fuente de satisfacción y plenitud.

 

Nos proporcionan una pauta para formular metas y propósitos, personales o colectivos. Reflejan nuestros intereses, sentimientos y convicciones más importantes.

Los valores se refieren a necesidades humanas y representan ideales, sueños y aspiraciones, con una importancia independiente de las circunstancias. Por ejemplo, aunque seamos injustos la justicia sigue teniendo valor. Lo mismo ocurre con el bienestar o la felicidad.

Los valores valen por sí mismos. Son importantes por lo que son, lo que significan, y lo que representan, y no por lo que se opine de ellos.

Valores, actitudes y conductas están estrechamente relacionados. Cuando hablamos de actitud nos referimos a la disposición de actuar en cualquier momento, de acuerdo con nuestras creencias, sentimientos y valores.

Los valores se traducen en pensamientos, conceptos o ideas, pero lo que más apreciamos es el comportamiento, lo que hacen las personas. Una persona valiosa es alguien que vive de acuerdo con los valores en los que cree. Ella vale lo que valen sus valores y la manera cómo los vive.

Pero los valores también son la base para vivir en comunidad y relacionarnos con las demás personas. Permiten regular nuestra conducta para el bienestar colectivo y una convivencia armoniosa.

Quizás por esta razón tenemos la tendencia a relacionarlos según reglas y normas de comportamiento, pero en realidad son decisiones. Es decir, decidimos actuar de una manera y no de otra con base en lo que es importante para nosotros como valor. Decidimos creer en eso y estimarlo de manera especial.

El Amor

Estoy presente a partir de las más profundas entrañas de la Tierra a las altas montañas que desafían el horizonte. Participo de la intimidad de las sustancias más corrosivas así como de las heridas más pútridas. Soy elemento constitutivo de los perfumes y de los aromas más sofisticados. Mis emanaciones se mezclan a las aguas de los ríos y de los mares, de los lagos y de los arroyos. Vengo de las nacientes más puras y alcanzo los afluentes con la misma limpidez del inicio. Transformo pantanos y charcos haciéndolos graneros de vida abundante. Me encuentro en la lágrima del llanto proveniente del sufrimiento o del éxtasis. Participo de los banquetes de placer y voluptuosidad de los comensales que me celebran en agradecimiento a la vida. Lleno cada sentimiento humano, adicionándole el sentido de la Vida. Uno, materia a materia, espíritu a espíritu, en la comunión de las formas y en la identidad de las almas.

 

Lleno el dolor de significado y le doy a la vida su principal sentido. En la enfermedad, en la tristeza, en la esperanza y en la ventura, coloco toda la fuerza y toda la energía creativa del Universo. En cada acto, en cada pensamiento o sentimiento, soy el propósito que se realiza. Soy la piedra del arrecife y la luz del faro que va al encuentro del barco que conmigo surca los mares. Soy la fuente de la vida y la fuerza creadora y mantenedora de todo lo que existe. En la conciencia y en el inconsciente, me diluyo en cada una de las experiencias, conectándolas a la individualidad divina. Clarifico la vida y le atribuyo consistencia para la realización de cada ser. Estoy en cada experiencia humana, desde el acto más vil hasta las manifestaciones sublimes de glorificación a Dios.

 

Estoy en el veneno más fuerte y en el remedio más amargo. Cargo conmigo el elixir de la vida y la posibilidad de comprenderla. No me tema ni se aparte de mí. Vengo, en realidad, a traerle un mensaje. Deje que yo susurre en su ser el mensaje renovador de Dios.

 

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